LA HISTORIA Y FILOSOFIA DE LA HISTORIA EN
ANTONIO CASO
Por: Berenice
Amador Saavedra
Analizar la obra de un pensador
mexicano como Antonio Caso exige como meritorio recuperar el tiempo y las
circunstancias en las que su quehacer intelectual vio la luz, para advertir, en
la medida de lo posible, las instancias que motivaron dicho esfuerzo, los
objetivos que persiguieron éstos y el sentido que a su obra dio el propio
autor, para con éste, atender al sentido que a su herencia podemos dar.
Antonio
Caso, el filósofo de gesticulaciones vivaces, el de las cátedras
multitudinarias, el pensador que, a decir de Samuel Ramos[1],
podemos catalogar como filósofo de cierta clase, el pensador que a pesar de no
haber creado un sistema, volcó sus esfuerzos a la comprensión y a la
interpretación que la Filosofía, el Arte y la Historia podrían entregarnos en
pos de dar luz para saldar la comprensión de nuestro hacer y proyectar el
sentido de nuestro quehacer. Al interior de la obra de nuestro autor,
encontramos lineamientos puntuales sobre la comprensión y la crítica respecto
del estado de cosas que apremiaba en las primeras décadas del siglo XX tanto en
México como en el Mundo, refiriendo en su crítica una vacilación en los
fundamentos del obrar humano, obrar falto de sentido, puesto que el énfasis y
los afanes se situaban sólo en los aspectos externos, contingentes de la
concreción humana, y las premisas bajo las cuales se erigía el sistema
ordenador y dotador de sentido a la “humanidad”, que a la razón del autor, dichos
afanes parecían corrompidos.

Con ánimo
de capitular sobre los lineamientos que guiaron a nuestro autor en la lucha
contra el intelectualismo de su época, en aras de lucidar las trincheras que lo
cobijaron a menester recuperar el contexto intelectual en el que Caso tuvo a
bien enfrentarse al gusto predominante en sus días. Gracias a los esfuerzos de
dotar a México de una “Historia” de su pensamiento y de sentido a la misma,
autores como Samuel Ramos, José
Vasconcelos, Francisco Larroyo han advertido que el tránsito a una Filosofía
profesional se vio cobijado por un esfuerzo sobre humano por “eliminar” los
excesos de un positivismo “adecuado a la circunstancia mexicana” que entregó
como resultado que la clase intelectual del país se viera sin herramientas
propicias que permitieran la comprensión de la situación mexicana de principios
del siglo XX, y que por ello aquélla se viera imposibilitada para escudriñar un
proyecto digno para el pueblo mexicano; así los jóvenes intelectuales formaron
el grupo de elite, educado en las aulas,
que se vio forzado a unir esfuerzos bajo el nombre de el “Ateneo de la
Juventud”, grupo que dictaba conferencias a sí mismo con ánimo de dar salida a
las inquietudes intelectuales reveladas contra un positivismo decrépito[4]. Caso
perteneciendo a este grupo se volcó hacia un anti intelectualismo, hacia un
intuicionismo que develaba la fascinación con la que los mexicanos recibieron
la herencia romántica alemana (Schelling, Nietzsche, Schopenhauer), el ánimo
que provocaron las lecturas de los “Científicos del Espíritu” (Dilthey), y de
los detractores del positivismo comteano (Spencer, Berson).
Desde esta
perspectiva, la manera en que Antonio Caso advierte la concreción del quehacer
intelectual nos muestra como inequiparables, pero no por ello alejados los
esfuerzos que la Filosofía y la Historia hacer al atender y recuperar la
Realidad y el Ser Humano. La Filosofía como intuición de los principios
universales y la Historia como imitación creadora[5]
permiten comprender el sentido de la crítica que presenta nuestro autor y
colegir los propósitos de una crítica filosófica al intelectualismo: ir en pos
de los ”verdaderos” principios del actuar humano en relación a los “auténticos”
métodos de explicación de los mismos, ya que el autor conduce su crítica en lo
tocante a la idea de progreso moderno y en lo referente a la necia intención de
advertir en la Historia una disciplina científica[6],
por una parte; por otra, denuncia el sinsentido que advierte la referir una
Filosofía de la Historia pues, en primer lugar, la idea de “dar sentido” al de
venir de una “humanidad” personificada le parece al autor, un sinsentido dada
la nulidad del progreso cultural, moral e intelectual que ejemplifica con la no
superación de los esfuerzos artísticos y filosóficos; en segundo lugar, la
Filosofía de la Historia “doblaría” los esfuerzos al interior de la Filosofía
dado que los aspectos pretendidos en aquélla ya estarían comprendidos en ésta.
En el
ensayo que nos convoca, Caso arguye los lineamientos que posibilitan la
denuncia, el diagnóstico de los caminos errados por los cuales el
intelectualismo ha encaminado sus esfuerzos buscando, desde su altivez, señalar
a los hombres la ruta a transitar. A lo largo de los siete apartados
(capítulos) que componen su ensayo nuestro autor articula una atrevida
propuesta, tanto por el método que recupera para su diagnóstico como por los aspectos que la
revisten. En primera instancia, en La interpretación de la Historia (capítulo1)
y en El problema del progreso y la Filosofía de la Historia (capítulo 2) Caso presenta el contexto en el cual la
pregunta por la constitución óntica de la Historia y ésta entendida como saber
han permitido , desde el intelectualismo, que la idea de progreso deje en el
camino la comprensión del Ser Humano; buscando dar sentido, los defensores de
un progreso como proceso acumulativo y de mejoramiento, progreso falaz, han
olvidado atender el elemento realmente constitutivo de la actividad del
hombre en relación con la capacidad
humana de dar cuenta de sí, de su actuar y de lo que lo rodea, la intuición.
En segunda
instancia, al interior de La Historia como Ciencia (capítulo 3) y de La
Historia como ciencia sui generis
(capítulo 4) el autor denuncia la necedad que conlleva la oposición a los
esfuerzos metafísicos de los filósofos de la Historia, en ánimo de equiparar la
intuición de lo particular propio de las ciencias a los afanes y resultados de
la Historia, se advierte aquí, una negativa reacia a la comprensión de la
Historia como una ciencia, puesto que lo que alimenta los resultados
historiográficos nunca, en ningún sentido, es la búsqueda de leyes de lo
particular, como sí se encuentra en las disciplinas científicas; en ese
sentido, al recapitular sobre lo expuesto al respecto por Xénopol, el análisis de la abstracción de los
hechos históricos lo obliga a reafirmar su postura anti-progresiva del devenir
humano, puesto que las “sutilezas” advertidas por Xénopol en su distinción
entre hechos de sucesión y hechos de repetición a más de mostrar el
enrarecimiento de los supuestos cientificistas en Historia, develan la necedad
que tanto disgusta a Caso, el no valorar a la Historia por sí misma, como saber
sin más.
Dado que la
Filosofía de la Historia es un contrasentido, y que la idea de progreso
intelectualista ha sido abatida por nuestro autor, se antoja preciso la
presentación de los esfuerzos que fuera de dicha Filosofía se han dado al
intentar remontar los males que ese intelectualismo estaba heredado, es por
ello, que en tercera instancia, ya en La Sociología y la Historia (capítulo 5) y
en El concepto de Historia Universal (capítulo 6), Caso arguye la postura
intuicionista que él advierte en la evolución de la Sociología como una
“metahistoria”(término nuestro), desde los pretensiones del positivismo
comteano, pasando por los excesos de Durkheim, hasta llegar al rescate del
organicisismo de Spencer y de Berson,
con lo cual le es posible mostrar la forma en que la Historia debe ser
entendida, como relación intuitiva de los diversos grados de ser, relación
intuitiva entre el Hombre y esos diversos grados de ser, por lo que el saber
del pasado, debe mostrar la creación de dichas relaciones, y el asentamiento de
éstas en el devenir humano, como proceso no como progreso en su acepción
moderna. Con lo anterior el ser de la Historia y su objeto de estudio han sido
saldados desde su postura anti-intelectualista.
En el
último capítulo de “El Concepto de Historia Universal” (La Historia como forma
irreductible de conocimiento), de la mano de Berson, Caso dedica una líneas a
analizar a la Historia en su segunda acepción, como saber, no como proceso, con
esto en mente, distinguiéndola de la Filosofía que aborda los principios
universales, retoma la idea del registro del tiempo y advierte que la labor de
la Historia como saber es la lectura de ese registro[7],
lectura de la intuición de lo individual concreto real (recuperación de
Aristóteles), que para el autor, no permite más que la equiparación con el arte
en su aspecto creativo mediante la intuición, dado que la Historia se ocupa de
lo concreto y el arte de lo inventado, pero esta equiparación tiene sólo por
objeto dar vida a lo inerte con la razón, con el espíritu, y al darle contenido
al quehacer humano al dotarlo de “el vasto acervo de reliquias seculares que
deposita a la humanidad sobre el planeta.”[8]
La obra de Caso en general, y
la lectura de “El concepto de Historia Universal” permiten advertir,
reiteramos, la preocupación del autor por el estado de cosas corrompido de su
época, al advertir esa corrupción en los excesos de los nacionalismos
(Alemania) y del materialismo de sus días (Rusia) Caso encuentra la pertinencia
de remontar sobre lo que desde la Historia y desde la Filosofía se ha dicho
respecto a la pérdida de lo humano, desde la perspectiva de una propuesta tan
declaradamente crítica y anti intelectualista, que busca y muestra la “imitación
creadora” de la Historia como elemento clave de la comprensión del Hombre, de
la comprensión de su hacer. La metafísica de Caso, su intuicionismo y su idea
de Arte, nos permiten acercarnos a las preocupaciones de un hombre de su época,
a las preocupaciones de un filósofo de interpretación y a las inquietudes intelectuales
de los agentes de la profesionalización
de las humanidades en nuestro país.
BIBLIOGRAFÍA
CASO,
Antonio. Antología Filosófica. 4ta
edic. Samuel Ramos (pról.). Rosa Krauze (selec.).México. UNAM. 1993.257p.p..
(Biblioteca del Estudiante Universitario 80)
KRAUZE de Kolteniuk. La Filosofía de Antonio Caso. México.
UNAM. 1961.379.
MATUTE, Álvaro. El pensamiento historiográfico Mexicano en el siglo XX. La
desintegración del positivismo (1911-1935). México. UNAM-FCE. 1999p.p.
115-169.
RAMOS, Samuel. Obras Completas II. Hacia un nuevo humanismo. Veinte años de educación
en México. Historia de la filosofía en México. México. UNAM. 1990.243p.p.
(Colección de Humanidades)
[1] Antonio CASO. Antología Filosófica. 4ta edic. Samuel
Ramos (pról.). Rosa Krauze (selec.).México. UNAM. 1993.IX-XXVI. (Biblioteca del
Estudiante Universitario 80)
[2] Samuel
RAMOS. Obras Completas II.Hacia un nuevo
humanismo.Veinte años de educación en México. Historia de la filosofía en
México. México. UNAM. 1990. (Colección de Humanidades)p.p.211-215.
[3] Texto publicado en
1923 cuyos antecedentes muestran las motivaciones históricas de su obra
filosófica (“El sentido de la Historia”, 1915; “La existencia como economía,
como desinterés y como caridad, 1916; y sus respectivas reediciones) Cf.Rosa
KRAUZE. La Filosofía de Antonio Caso.
México. UNAM. 1961.p.p. 146-152.
[4] Samuel RAMOS. Op.
Cit.p 211
[5] Antonio CASO. “El
Concepto de. . .” en Álvaro MATUTE. El
pensamiento historiográfico Mexicano en el siglo XX. La desintegración del
positivismo (1911-1935). México. UNAM-FCE. 1999p.p. 165-169.
[6] Cf.ibid.p.p. 121-144.
[7] Cf.ibid.p.166
[8] Ibid.169
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