miércoles, 14 de noviembre de 2012


LA  HISTORIA Y FILOSOFIA DE LA HISTORIA EN ANTONIO CASO

Por: Berenice Amador Saavedra

 


Analizar la obra de un pensador mexicano como Antonio Caso exige como meritorio recuperar el tiempo y las circunstancias en las que su quehacer intelectual vio la luz, para advertir, en la medida de lo posible, las instancias que motivaron dicho esfuerzo, los objetivos que persiguieron éstos y el sentido que a su obra dio el propio autor, para con éste, atender al sentido que a su herencia podemos dar.

Antonio Caso, el filósofo de gesticulaciones vivaces, el de las cátedras multitudinarias, el pensador que, a decir de Samuel Ramos[1], podemos catalogar como filósofo de cierta clase, el pensador que a pesar de no haber creado un sistema, volcó sus esfuerzos a la comprensión y a la interpretación que la Filosofía, el Arte y la Historia podrían entregarnos en pos de dar luz para saldar la comprensión de nuestro hacer y proyectar el sentido de nuestro quehacer. Al interior de la obra de nuestro autor, encontramos lineamientos puntuales sobre la comprensión y la crítica respecto del estado de cosas que apremiaba en las primeras décadas del siglo XX tanto en México como en el Mundo, refiriendo en su crítica una vacilación en los fundamentos del obrar humano, obrar falto de sentido, puesto que el énfasis y los afanes se situaban sólo en los aspectos externos, contingentes de la concreción humana, y las premisas bajo las cuales se erigía el sistema ordenador y dotador de sentido a la “humanidad”, que a la razón del autor, dichos afanes parecían corrompidos.

La lectura de la obra de Antonio Caso permite advertir, en más de una ocasión, su genuino interés por brindar elementos de comprensión a los agentes dedicados a la explicación y articulación de la cultura de nuestro país. Sus esfuerzos en la docencia, su acercamiento a la sociología, su afán de recolectar e interpretar los diversos sistemas explicativos de su época,  y de ajustar su interpretación a la comprensión de los logros y los límites de los grupos humanos, permiten señalar el interés descrito[2]. Al leer así la herencia de Caso, la Historia y lo que de ella se puede decir revisten un elemento cohesionador de la interpretación que entrega nuestro autor respecto de las directrices y perspectivas que el quehacer del hombre. En este sentido, al acercarse a uno de los textos en donde nuestro autor proyecta su más honda crítica a los excesos en los esfuerzos explicativos en lo tocante al intento obsesivo de “dar sentido” al devenir del hombre empuñando la pluma cuya tinta es la corrupción de los afanes intelectuales. En su ensayo “El Concepto de la Historia Universal”[3], Antonio Caso esgrime los ataques del intelectualismo depositando en la crítica al progreso moderno, a los excesos sociológicos de su tiempo, en la defensa de un intuicionismo “sanador” de las heridas provocadas  por la corrupción de occidente los elementos constitutivos de su propuesta desinteresada cuyo objeto principal es la creación de un orden de cosas más humano.

Con ánimo de capitular sobre los lineamientos que guiaron a nuestro autor en la lucha contra el intelectualismo de su época, en aras de lucidar las trincheras que lo cobijaron a menester recuperar el contexto intelectual en el que Caso tuvo a bien enfrentarse al gusto predominante en sus días. Gracias a los esfuerzos de dotar a México de una “Historia” de su pensamiento y de sentido a la misma, autores como  Samuel Ramos, José Vasconcelos, Francisco Larroyo han advertido que el tránsito a una Filosofía profesional se vio cobijado por un esfuerzo sobre humano por “eliminar” los excesos de un positivismo “adecuado a la circunstancia mexicana” que entregó como resultado que la clase intelectual del país se viera sin herramientas propicias que permitieran la comprensión de la situación mexicana de principios del siglo XX, y que por ello aquélla se viera imposibilitada para escudriñar un proyecto digno para el pueblo mexicano; así los jóvenes intelectuales formaron el grupo  de elite, educado en las aulas, que se vio forzado a unir esfuerzos bajo el nombre de el “Ateneo de la Juventud”, grupo que dictaba conferencias a sí mismo con ánimo de dar salida a las inquietudes intelectuales reveladas contra un positivismo decrépito[4]. Caso perteneciendo a este grupo se volcó hacia un anti intelectualismo, hacia un intuicionismo que develaba la fascinación con la que los mexicanos recibieron la herencia romántica alemana (Schelling, Nietzsche, Schopenhauer), el ánimo que provocaron las lecturas de los “Científicos del Espíritu” (Dilthey), y de los detractores del positivismo comteano (Spencer, Berson).      

Desde esta perspectiva, la manera en que Antonio Caso advierte la concreción del quehacer intelectual nos muestra como inequiparables, pero no por ello alejados los esfuerzos que la Filosofía y la Historia hacer al atender y recuperar la Realidad y el Ser Humano. La Filosofía como intuición de los principios universales y la Historia como imitación creadora[5] permiten comprender el sentido de la crítica que presenta nuestro autor y colegir los propósitos de una crítica filosófica al intelectualismo: ir en pos de los ”verdaderos” principios del actuar humano en relación a los “auténticos” métodos de explicación de los mismos, ya que el autor conduce su crítica en lo tocante a la idea de progreso moderno y en lo referente a la necia intención de advertir en la Historia una disciplina científica[6], por una parte; por otra, denuncia el sinsentido que advierte la referir una Filosofía de la Historia pues, en primer lugar, la idea de “dar sentido” al de venir de una “humanidad” personificada le parece al autor, un sinsentido dada la nulidad del progreso cultural, moral e intelectual que ejemplifica con la no superación de los esfuerzos artísticos y filosóficos; en segundo lugar, la Filosofía de la Historia “doblaría” los esfuerzos al interior de la Filosofía dado que los aspectos pretendidos en aquélla ya estarían comprendidos en ésta.

En el ensayo que nos convoca, Caso arguye los lineamientos que posibilitan la denuncia, el diagnóstico de los caminos errados por los cuales el intelectualismo ha encaminado sus esfuerzos buscando, desde su altivez, señalar a los hombres la ruta a transitar. A lo largo de los siete apartados (capítulos) que componen su ensayo nuestro autor articula una atrevida propuesta, tanto por el método que recupera para  su diagnóstico como por los aspectos que la revisten. En primera instancia, en La interpretación de la Historia (capítulo1) y en El problema del progreso y la Filosofía de la Historia (capítulo 2)  Caso presenta el contexto en el cual la pregunta por la constitución óntica de la Historia y ésta entendida como saber han permitido , desde el intelectualismo, que la idea de progreso deje en el camino la comprensión del Ser Humano; buscando dar sentido, los defensores de un progreso como proceso acumulativo y de mejoramiento, progreso falaz, han olvidado atender el elemento realmente constitutivo de la actividad del hombre  en relación con la capacidad humana de dar cuenta de sí, de su actuar y de lo que lo rodea, la intuición.

En segunda instancia, al interior de La Historia como Ciencia (capítulo 3) y de La Historia como ciencia sui generis (capítulo 4) el autor denuncia la necedad que conlleva la oposición a los esfuerzos metafísicos de los filósofos de la Historia, en ánimo de equiparar la intuición de lo particular propio de las ciencias a los afanes y resultados de la Historia, se advierte aquí, una negativa reacia a la comprensión de la Historia como una ciencia, puesto que lo que alimenta los resultados historiográficos nunca, en ningún sentido, es la búsqueda de leyes de lo particular, como sí se encuentra en las disciplinas científicas; en ese sentido, al recapitular sobre lo expuesto al respecto por  Xénopol, el análisis de la abstracción de los hechos históricos lo obliga a reafirmar su postura anti-progresiva del devenir humano, puesto que las “sutilezas” advertidas por Xénopol en su distinción entre hechos de sucesión y hechos de repetición a más de mostrar el enrarecimiento de los supuestos cientificistas en Historia, develan la necedad que tanto disgusta a Caso, el no valorar a la Historia por sí misma, como saber sin más.

Dado que la Filosofía de la Historia es un contrasentido, y que la idea de progreso intelectualista ha sido abatida por nuestro autor, se antoja preciso la presentación de los esfuerzos que fuera de dicha Filosofía se han dado al intentar remontar los males que ese intelectualismo estaba heredado, es por ello, que en tercera instancia, ya en La Sociología y la Historia (capítulo 5) y en El concepto de Historia Universal (capítulo 6), Caso arguye la postura intuicionista que él advierte en la evolución de la Sociología como una “metahistoria”(término nuestro), desde los pretensiones del positivismo comteano, pasando por los excesos de Durkheim, hasta llegar al rescate del organicisismo  de Spencer y de Berson, con lo cual le es posible mostrar la forma en que la Historia debe ser entendida, como relación intuitiva de los diversos grados de ser, relación intuitiva entre el Hombre y esos diversos grados de ser, por lo que el saber del pasado, debe mostrar la creación de dichas relaciones, y el asentamiento de éstas en el devenir humano, como proceso no como progreso en su acepción moderna. Con lo anterior el ser de la Historia y su objeto de estudio han sido saldados desde su postura anti-intelectualista.

En el último capítulo de “El Concepto de Historia Universal” (La Historia como forma irreductible de conocimiento), de la mano de Berson, Caso dedica una líneas a analizar a la Historia en su segunda acepción, como saber, no como proceso, con esto en mente, distinguiéndola de la Filosofía que aborda los principios universales, retoma la idea del registro del tiempo y advierte que la labor de la Historia como saber es la lectura de ese registro[7], lectura de la intuición de lo individual concreto real (recuperación de Aristóteles), que para el autor, no permite más que la equiparación con el arte en su aspecto creativo mediante la intuición, dado que la Historia se ocupa de lo concreto y el arte de lo inventado, pero esta equiparación tiene sólo por objeto dar vida a lo inerte con la razón, con el espíritu, y al darle contenido al quehacer humano al dotarlo de “el vasto acervo de reliquias seculares que deposita a la humanidad sobre el planeta.”[8]  

 

La obra de Caso en general, y la lectura de “El concepto de Historia Universal” permiten advertir, reiteramos, la preocupación del autor por el estado de cosas corrompido de su época, al advertir esa corrupción en los excesos de los nacionalismos (Alemania) y del materialismo de sus días (Rusia) Caso encuentra la pertinencia de remontar sobre lo que desde la Historia y desde la Filosofía se ha dicho respecto a la pérdida de lo humano, desde la perspectiva de una propuesta tan declaradamente crítica y anti intelectualista, que busca y muestra la “imitación creadora” de la Historia como elemento clave de la comprensión del Hombre, de la comprensión de su hacer. La metafísica de Caso, su intuicionismo y su idea de Arte, nos permiten acercarnos a las preocupaciones de un hombre de su época, a las preocupaciones de un filósofo de interpretación y a las inquietudes intelectuales de los agentes  de la profesionalización de las humanidades en nuestro país.

 

 

BIBLIOGRAFÍA

CASO, Antonio. Antología Filosófica. 4ta edic. Samuel Ramos (pról.). Rosa Krauze (selec.).México. UNAM. 1993.257p.p.. (Biblioteca del Estudiante Universitario 80)

KRAUZE de Kolteniuk. La Filosofía de Antonio Caso. México. UNAM. 1961.379.

 

 MATUTE, Álvaro. El pensamiento historiográfico Mexicano en el siglo XX. La desintegración del positivismo (1911-1935). México. UNAM-FCE. 1999p.p. 115-169.

 RAMOS, Samuel. Obras Completas II. Hacia un nuevo humanismo. Veinte años de educación en México. Historia de la filosofía en México. México. UNAM. 1990.243p.p. (Colección de Humanidades)

 



[1] Antonio CASO. Antología Filosófica. 4ta edic. Samuel Ramos (pról.). Rosa Krauze (selec.).México. UNAM. 1993.IX-XXVI. (Biblioteca del Estudiante Universitario 80)
[2] Samuel RAMOS. Obras Completas II.Hacia un nuevo humanismo.Veinte años de educación en México. Historia de la filosofía en México. México. UNAM. 1990. (Colección de Humanidades)p.p.211-215.
[3] Texto publicado en 1923 cuyos antecedentes muestran las motivaciones históricas de su obra filosófica (“El sentido de la Historia”, 1915; “La existencia como economía, como desinterés y como caridad, 1916; y sus respectivas reediciones) Cf.Rosa KRAUZE. La Filosofía de Antonio Caso. México. UNAM. 1961.p.p. 146-152.
[4] Samuel RAMOS. Op. Cit.p 211
[5] Antonio CASO. “El Concepto de. . .” en Álvaro MATUTE. El pensamiento historiográfico Mexicano en el siglo XX. La desintegración del positivismo (1911-1935). México. UNAM-FCE. 1999p.p. 165-169.
[6] Cf.ibid.p.p. 121-144.
[7] Cf.ibid.p.166
[8] Ibid.169

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