lunes, 19 de noviembre de 2012

Entre la nube de humo
Por: Edwardo Ruiz Cuevas[1]

I

   El cuarto es pequeño y con paredes rojizas, el ambiente está envuelto en un olor apestoso que parece emanar del mismo infierno, sin embargo, Pavlov permanece tranquilo, apacible y perdido en múltiples sueños que le han arrojado a esa cama vieja que rechina al instante de cada exhalación. Hay un reloj averiado sobre el buró, marca las 2:46. A través de la ventana y de la cortina café se filtra la luz dando en la cara de aquel hombre. El día está iniciando. Repentinamente abre los ojos, voltea a mirar el reloj, se hunde en la cama, resignado a que ésta vez su sentido de responsabilidad fue sometido por el peso de aquellas cobijas que le aprisionan y que él, con total voluntad se ha entregado a su mandato. Tenía bastante tiempo que no sentía el placer de quedarse en cama a disfrutar los últimos minutos que le preceden al deber, como cuando era despertado por las mañanas para alistarse al colegio. Su madre, una mujer casi anciana, le animaba con voz tierna para que abriera los ojos:
-Hijito ya es hora- Decía mientras preparaba el desayuno favorito de Pavlov.
-Sólo cinco minutos más- Respondía el niño mientras apretaba los ojos y se disponía a disfrutar con todo deseo esos fugaces minutos. El tiempo ha pasado rápidamente, el niño se levanta de mala gana, mira la luna en el reflejo de agua dentro de un tinaco metálico mientras lava su cara. El olor a leña chamuscada le causa nostalgia, él no sabe porque. Al paso de los años sus estudios fueron suspendidos debido a una inesperada incapacidad del padre, aquél viejo robusto y colorado quedo desplomado ante una enemiga latente, la locura. Pavlov contaba con 16 años cuando la enfermedad del padre le obligo a tomar parte en la actividad laboral de ZERNA, una fábrica local, en donde curiosamente el abuelo y el padre habían trabajado y, es en ese mismo lugar, donde aquellos habían perdido el sano juicio; no es de pensar que sea consecuencia del trabajo, ya que éste no exigía en nada el uso de la razón, por el contrario, la actividad de aquellos obreros era reducida a la simple pero difícil labor física. Entonces la causa de la locura es un misterio, o simplemente se les ocurrió volverse locos. La actividad allí era principalmente para hombres rudos, ya que la acción obrera consistía en la creación de caminos, calles, casas, drenajes, en fin, todo aquello que es necesario para un pueblo en vistas de un desarrollo urbano. Para Pavlov no fue una empresa fácil, siendo de constitución sumamente frágil, aquella labor le envío frecuentemente al hospital. Hubiera sido viable despedirlo ya que su actividad era más que nada nula, además le costaba a la empresa el pago de la incapacidad, sin embargo, aquél joven contaba con una habilidad poco común para los hombres de aquel pueblo, poseía una gran agilidad matemática, su mente almacenaba gran cantidad de cifras y era capaz de realizar con demasiada rapidez operaciones numéricas, limitándose a sumas y restas solamente, pero eso ya lo convertía en un ser extraordinario del pueblo local. Tal facultad le llevo a salvar su puesto y a su familia, pues en poco tiempo fue colocado como ayudante de contador y ayudante de administrador. Así continuaron sus años joviales, dedicado a la observación numérica y a la contemplación del mundo a través de una pequeña ventana de oficina, que servía más como respiradero. ZERNA creció así como el pueblo, Pavlov de igual manera, pero él nunca tuvo un puesto diferente, siempre fue el ayudante de distintos mandatarios que lo explotaban continuamente al transferirle sus propias obligaciones. Su vida social estaba limitada por la agobiante carga de trabajo y, siendo el sumamente responsable nunca falló al empleo; en ocasiones se quedaba hasta cuatro horas después de la salida sin pedir el cobro extra, ya que él, finalmente, obtenía una satisfacción muy propia, dejar la superficie de su escritorio totalmente libre del papeleo en que generalmente estaba inundado.

   El tiempo es un tirano demoníaco que pasa fugazmente llevándose consigo a todo ser existente en el mundo, aquellos cinco minutos habían arrojado a Pavlov hacia el abismo de su vida, pues hoy, en algún instante inesperado, aquél reloj de alarma matutina se había detenido a las 2:46. Pavlov no despertó a tiempo para el trabajo.

II

   Pavlov se encuentra preparando el desayuno, huevos fritos con tocino, ese era el alimento que preparaba su madre todas las mañanas sin excepción, y lo hacia porque sabía que su hijo adoraba aquel platillo. Julia siempre fue una madre cariñosa dedicada principalmente al cuidado de Pavlov. Esto es debido a que desde muy joven tuvo problemas hormonales ocasionando que avejentara prematuramente además, su limitada fertilidad fue un problema, siendo así su único hijo un milagro para ella y para la ciencia.

   Enciende la radio, suena una melodía que le gusta, no contiene palabras, sin embrago no le importa, aquella música le transporta a una realidad desconocida en su mundo. Comienza a perderse en una ensoñación, su mirada se ha quedado fija, estupefacta, ausente, sus ojos miran más allá de lo que limita el muro de concreto, ve el mundo, siente el mundo ante él y en ese momento es parte de eso, porque algo tan magnífico no puede tener nombre. -¿Cómo un ser tan pequeño puede captar la inmensidad y la totalidad en un instante?- Se pregunta en silencio. Un suspiro se ha escapado, es como si el alma también se le escapara al querer permanecer en aquella realidad creada por la ensoñación, lamentablemente no es más que pura fantasía.

   Suena el teléfono, se apresura a contestar, antes de hacerlo baja el volumen y pestañea, queriendo de esta manera despertar totalmente.
-Si
-Se está comunicando con usted la compañía ZERNA, no tenemos la costumbre de llamar a nuestros trabajadores. ¿Es usted nuestro empleado?
-Si, soy- Es interrumpido inmediatamente por la voz de mujer. La tonalidad del sonido que emana de la bocina telefónica es aguda, muy aguda, tanto como el sonido de un  silbato, Pavlov aleja un poco la bocina de su oreja.
-Señor, usted no se presento hoy a trabajar
-No
-Como le había dicho, ZERNA no se toma la molestia de llamar a sus empleados, generalmente una ausencia sin previo aviso tiene como consecuencia el despido inmediato, ¿sabe por qué?
-No
-Porque la falta de uno de nuestros empleados representa una pérdida para ZERNA y, una perdida significa un error lamentable, ¿sabe usted cuánto le cuesta al día a ZERNA?
-No
-Por lo que veo en su expediente usted es eficiente para los cálculos, entonces calcúlelo usted; el área laboral que le corresponde queda vacía durante un día completo, en caso de que la demanda de trabajo lo amerite, es colocado otro empleado en su lugar, este empleado, obviamente pertenece a otro sector de ZERNA, por lo cual su desempeño no será tan eficaz como para cubrir la totalidad del trabajo, éste empleado puede cometer algún error y eso, señor, sería más lamentable para nosotros, pérdidas, pérdidas y sólo pérdidas... Finalmente, la comida que ofrece ZERNA a sus empleados en la cafetería, está rigurosamente distribuida en las porciones exactas, por lo que un plato de sobra representa una pérdida. ¿Calcula usted esto?
-No, si, me refiero a que necesito más elementos que- Lo interrumpe.
-¿Sabe usted por qué lo estamos llamando?
-No para despedirme.
-Ha trabajado para ZERNA durante 15 años y haciendo una evaluación de su desempeño creemos conveniente darle una oportunidad, ¡ah! pero también amerita un castigo de una semana sin paga, antes dígame, sólo como dato administrativo ¿qué le impidió presentarse a sus labores sin previo aviso?
-Olvidé darle cuerda al reloj
-¡Ah! Usted olvido darle cuerda al reloj
-Si y también- duda en responder, la situación lo pone nervioso.
-Lo escucho señor
-No sonó el despertador y cuando abrí los ojos imaginé que era muy tarde para llegar temprano, así que decidí por lo menos quedarme otros cinco minutos bajo las cobijas… Pero quiero mencionarle, ese castigo me parece sumamente ridículo, una semana sin pago significa –La mujer levanta el tono:
-¿Le parece ridícula la disciplina de ZERNA?
-No quise decir eso, yo me refiero a mí caso en particular porque siendo congruentes- La mujer interrumpe nuevamente:
-Señor no se preocupe
-¿A qué se refiere usted?
-Me refiero, señor- Toma aliento y con satisfacción dice:
Usted está despedido, ZERNA no necesita más de usted, ésta situación a la larga representará sólo pérdidas. Pase usted buen día- Cuelga el teléfono.

III

   Han pasado tres días del despido. El primero fue fatal, había fallado, lamentaba que haya sido por un detalle tan absurdo, una falta, sólo un descuido, en los 15 años de trabajo en ZERNA nunca había faltado, ni siquiera en las situaciones más extremas como la de hace cuatro años, cuando sufría de una terrible fiebre que le había llevado al delirio durante una semana. Ésta vez era diferente, nunca más regresaría a ese lugar, ya no recorrería esos caminos llenos de cotidianidad; la farmacia que se encuentra en la esquina de la calle 7 y la avenida mayor, la cual le pertenece a una vieja gorda y malhumorada; la fonda de los hermanos Karlo que por las mañanas siempre despide un olor fétido; la joyería de la viuda Sfera, una mujer madura y atractiva que siempre sonríe. Pasando la joyería siguen dos calles largas que, conforme se avanza la superficie se va haciendo rocosa hasta llegar a las vías del tren, de ahí sigue una bajada pronunciada y un camino plano cubierto de pasto crecido, unos veinte metros más adelante está ZERNA, un edificio enorme de ladrillo rojo, consistente y magnánimo pero burdo y sumamente simple.

   El segundo día como era costumbre, despertó a las 5am, permaneció en cama hasta ya avanzada la mañana, desayuno, tomó su abrigo y salio a caminar por las calles del sur del pueblo. El día estaba nublado, el transito de vehículos era tranquilo. Caminó por una calle repleta de comerciantes y establecimientos clandestinos de cosas usadas; ahí la gente acudía a comprar pequeñas reliquias y otras hacían el trueque de distintos productos. Un comerciante atrajo su atención, era sumamente pequeño y totalmente calvo, usaba un abrigo verde que le quedaba bastante grande, como era tan bajo, estaba parado sobre un banco, gritaba, su voz era fuerte, -tono de barítono- pensó Pavlov, cuando la gente se acercaba a ver las mercancías de aquel enano, él inmediatamente trataba de persuadir:
-Esto es justamente lo que usted necesita- Le dice a un hombre que observa un abrigo. Al preguntar el precio el hombre deja el abrigo y se dispone a seguir su camino, entonces el enano le dice:
-Señor mío, ese abrigo no es adecuado para alguien como usted, usted con tanta clase y distinción no necesita algo tan vulgar como ese trapo, que además, déjeme decirle, tiene algunas costuras. Le mostraré algo adecuado para su estilo envidiable- El enano levanta un sombrero café.
-Aquí está lo que ya es suyo- Le da el sombrero. El hombre mira lo mira y no parece interesado, es viejo y empolvado.
-Póngaselo, lúzcalo, así, así… ya verá como la amada quedará fascinada; un hombre con sombrero es más hombre que uno que no lleve nada en la cabeza, véame a mi, no tengo nada en la cabeza y, ¿acaso parezco más hombre que usted? Las mujeres aman los sombreros ¿sabe por qué? Porque las mujeres aman a los hombres. Es suyo, sólo le costará siete monedas, ¿pero qué son siete monedas a cambio de la elegancia y el orgullo que le da ese sombrero?- El ensombrerado paga y se va satisfecho. El enano se da cuenta de la presencia de Pavlov y le dice:
-Señor mío aquí tengo justamente lo que alguien como usted necesita- El enano hurga en una maleta que tiene a un costado y saca un reloj.
-Sólo hay que darle cuerda- Pavlov mira el reloj.
-Un buen reloj y más en estos tiempos en que el tiempo es tan importante ¿no lo cree? Sólo cinco monedas por el.
-No estoy interesado- Responde Pavlov.
-¿No está interesado en el tiempo?- Pavlov sigue su camino dejando atrás al enano que inmediatamente se ha apoderado de otro visitante.

   Llega a un jardín, se sienta en una banca y saca de su bolsillo un cigarro. La realidad es como el humo del cigarro, surge de algo que la contiene y paulatinamente lo va consumiendo, no se sabe de que manera pero lo hace, siendo la realidad muchas veces sólo una nube de humo que envuelve el camino y que extravía al caminante. El humo es un laberinto. Sopla el viento y despeja el andar, pero ¿quién ha soplado realmente? ¿No he sido yo mismo? No importa, el humo volverá a envolver y yo seguiré ahí, sin saber en donde estoy. Ha terminado de consumir su cigarro y le ha provocado una náusea terrible, aquella nicotina está intoxicándolo, a veces fumar no es más que una manifestación del absurdo pero, ¿cómo algo absurdo puede provocar una acción? En ese momento enciende otro cigarro y se va camino a casa.

IV

   El camino es diferente, las calles parecen expandirse; las personas avanzan como hormigas, una tras de otra, -¡Qué calor hace! Todo se consume- Voltea a su derecha, allí está la taberna. Muchos obreros de ZERNA acuden a la cueva, así le llaman ellos, Pavlov no acostumbraba acudir a dicho lugar pero ésta vez el furioso calor le ha llevado a la entrada. La puerta es de madera vieja pintada de amarillo, hay una inscripción: “No hay nada nuevo bajo el sol”, esas letras están borrosas, seguramente ha sido el sol quien se ha estado alimentando de ellas. El lugar es oscuro, apenas unos rayos de luz se filtran del techo agujereado, las ventanas están siempre cubiertas con cobijas gruesas, seguramente es porque los hombres de aquél lugar disfrutan asilándose del mundo exterior, se pierden en su humo y en los tarros de cerveza. El lugar apesta, tanto humo de cigarro se ha filtrado en las grietas del piso y las paredes; en las mesas y asientos; en las cobijas que absorben la luz. Hay un asiento libre cerca de un agujero en la pared. El primer trago de cerveza fría provoca un bienestar, el segundo ya no es tan agradable sin embargo sigue bebiendo, ya ha pagado por ese liquido. Entran dos sujetos, van hacia la barra, parecen conocidos, uno es alto y gordo, de piel gruesa; el otro es barbudo y con aspecto gracioso. Después de unos minutos se acercan al lugar donde se encuentra Pavlov.
-Creo que le conocemos señor- dice el barbudo.
Pavlov permanece callado, él nunca habla hasta que tiene por lo menos una idea de la situación.
--Usted trabaja en ZERNA, ¿no es así?- Dice el hombre gordo.
-Trabajé bastantes años, ya no estoy más ahí, me despidieron apenas hace unos días- Los hombres han tomado asiento.
-Ya veo, y está aquí para desahogar sus penas, buen método mi amigo, le invitamos un par de cervezas- El barbudo lo dice gustosamente.
El gordo agrega: -Nosotros también tenemos penas que lamentar, por eso éste lugar es exclusivo para gente como usted y yo, él y aquél y, también ellos-
-¿Realmente cree que así sea señor? ¿Cree qué todos estamos aquí para lamentar algo?-  Pregunta Pavlov.
El barbudo que estaba colocando los tarros sobre la mesa, contesta:
-Yo creo que no es así- inmediatamente lo interrumpe el gordo, levantando la voz:
-¿Cómo no va ser así, recuerdas la vez que tu esposa te engaño con su propio primo y estuvimos bebiendo durante tres días seguidos?
-Si, lo recuerdo- Dirigiéndose a Pavlov:
-El muy desgraciado estuvo viviendo en mi casa durante seis meses, sólo un par de semanas decía mi mujer, en lo que se establece en el pueblo…
Llegué un día a casa, busque a mi mujer, no la vi por ninguna parte, me pregunté ¿a dónde habrá ido?  Tenía bastante hambre sabe usted. Decidí encender un cigarro, saque mi cajetilla y me doy cuenta que se habían terminado, cada vez me sentía más ansioso. Miro por la ventana, en el patio trasero esta un cuartucho, ahí estaba viviendo el tipo ese. Llevaba tres meses, casi no salía, a veces se la pasaba dormido todo el día, un tipo raro sabe. Fui a pedirle un cigarro, la puerta no tiene chapa, así que solamente la empuje- Le da un trago a su cerveza.
-Allí estaba el desgraciado, sentado en la orilla de la cama, ¿sabe donde tenía las manos? A sus pies, hincada, ahí estaba aquella, y los dedos del maldito estaban enterrados en los cabellos de mi mujer- Da un trago, la cerveza se escurre entre sus barbas.
-¿Qué hizo usted?- Pregunta Pavlov.
-¿Qué se imagina amigo? Nada, no hice nada. Me di la vuelta, cerré la puerta y regresé al trabajo- El gordo agrega:
-Después bebimos durante tres días seguidos. Ya ve usted como éste es el lugar indicado para lamentar las penas.
El barbudo interrumpe:
-No amigo,  es al contrario, si bien es cierto que mi estado de animo estaba por los suelos, yo acudí a la cueva no para seguir triste sino para alegrarme, adormecer un poco el cuerpo es dormir el alma. ¿No lo cree señor?- Dirigiéndose a Pavlov.
Pavlov mira a su alrededor, la mayoría de los hombres que están en ese lugar superan los cuarenta años. ¿Qué se puede hacer después de los cuarenta? No es algo muy valiente ir a dormir el alma, pero que más les queda a esos desgraciados.

   El gordo suelta una terrible carcajada mientras dirige su mirada y el dedo índice hacia un extremo del recinto, un hombre viejo disfrazado de payaso se tambalea, sus movimientos son grotescos y torpes; es un payaso representando un mimo, se acerca a una mesa, ve hacia el techo, el sol es gigantesco, los rayos perforan la piel, alrededor es un desierto, la arena quema los pies, encuentra una sombrilla, la abre, es sólo un alivio momentáneo ya que esta es  incendiada por el terrible sol, el hombre está muriendo, el calor derrite su piel, su color se escurre, su cuerpo se desploma, intenta levantarse, se tambalea nuevamente, la cadera no reacciona, por fin se pone de pie, intenta dar un paso y se va de lado hasta caer nuevamente, el sol lo está matando. Los hombres se ríen de él, las carcajadas son una especie de coro demoníaco, el payaso intenta hablar, sólo balbucea, los hombres ríen aún más. Esas carcajadas son tan vulgares, Pavlov los mira, esos hombres están desfigurados, la carcajada les deforma el rostro al punto de confundir esa expresión con la de un llanto terrible, hombres que lloran como un recién nacido, arrugados, rojos, incontenibles. Esa risa no es de felicidad, es solamente un espectáculo desgraciado de animales que han aprendido unos cuantos trucos y, que en ese momento, han embrutecido su cuerpo para despertar a su propia alma.

V

   -Megalomanía, ese es su perfil, usted cree poseer una facultad de ver a través de las personas, de encontrar significados, de buscar detalles, usted es un detallista del absurdo señor. Lo que me cuenta del enano, como bien sabemos un comerciante intenta persuadir, no digamos engañar, persuadir, usted cree encontrar motivaciones ocultas en ese sujeto, resentimiento dice usted, porque es enano y calvo, porque ese hombre no es precisamente un hombre sino un enano que se esfuerza en ser un hombre, es por tal que disfruta al engañar a sus compradores. No señor, debe entender que él es un vendedor, que tiene que ganarse la vida, llevar el pan a su familia y, esa es su función, “persuadir”, no engañar. Dice que el hombre de la barba no tuvo reacción alguna al ver a su mujer en plena felación, porque de alguna manera disfruto ver dicho acto ya que el mismo es un impotente. No señor, aquel hombre simplemente entro en un estado de shock, al paso del tiempo intento sobrellevar la situación, guardando silencio para no buscarse problemas, él tendrá sus motivos. Debe entender que la gente tiene su propio por qué y para qué, un elemento sumamente importante en nuestra sociedad es la tolerancia y el respeto a nuestros semejantes, no podemos ir por la vida simplemente juzgando porque creemos encontrar los “detalles”. Todos somos iguales. Le diré en un sentido técnico lo que representa su estado: es un síntoma de desórdenes maníacos o paranoides, depresiones múltiples, grandes complejos de inferioridad que conllevan a desordenes, en donde el sujeto aquejado de esta perturbación, tiende a ver situaciones que no existen o a imaginarlas de una forma tan creativa que solo él termina creyéndoselas, y las puede emplear para manipular sentimientos y situaciones de cualquier tipo. Generalmente estas personas son peligrosas porque su estado es un…
   Mientras el médico habla Pavlov observa el cuarto, es pequeño y de color blanco, el piso da la impresión de ser un tablero de ajedrez, losetas blancas y negras; las paredes son largas, en una de ellas hay diplomas y reconocimientos, seguramente es para dar una impresión de amplio conocimiento; en otra pared hay un crucifijo, un pequeño cristo, Pavlov lo mira extrañado “¿Cómo un hombre que se hace llamar científico puede albergar una cruz en su consultorio?“ Un poco de ciencia aleja de Dios, otro poco de ciencia lo trae de nuevo. Tenía mucho tiempo sin visitar una iglesia, muchas veces había encontrado dudas en las respuestas pero éstas realmente no le habían perturbado. El tipo sigue hablando e inesperadamente le pregunta: -¿Qué opina de todo lo que le he dicho señor?
Pavlov permanece callado y responde: -Mi abuelo y padre quedaron locos, tal vez yo también me estoy convirtiendo en un desquiciado-
-Es posible que en cierta medida su estado pueda estar asociado al factor genético pero, considero que- Pavlov interrumpe:
-¿Tal vez necesite alguna medicina? Hace poco leía un artículo que hablaba sobre ciertas substancias químicas que pueden ayudar- Es interrumpido.
-No, usted no necesita medicamentos, la solución de su problema consiste en un enfrentamiento consigo mismo, hacer consciente su megalomanía y eliminarla-
-¿Cómo puedo hacer eso, no creo ser lo que dice que soy?- Toda su vida Pavlov había recibido ordenes, trabajado responsablemente, hasta que un día perdió su empleo, de alguna manera estuvo a solas consigo mismo y no le gusto lo que encontró; la “libertad” no es un gusto, es un peso muy incomodo para llevar. Lamentablemente había llegado a un punto en el que no podía ya depositar su libertad en otro, ya no podía dejar ese peso.
Ese tipo sólo esta ahí para alinear los trazos que superan el límite ya señalado, ¿quién marco el límite? ¿Quién estableció que no deben ser cruzados y superados? ¿Megalomanía? Si mi problema es que no puedo confiar ni en mi mismo, ¿Qué soy? ¿Dónde estoy? ¿A dónde voy? Que importa preguntarse eso si hay quien diga lo que se debe y no se debe hacer; éste tipo quiere decirme que hacer, sin embargo, él ha sido educado para esa tarea y es seguro que él tampoco cree en si mismo. Es igualmente despreciable como aquellos perdedores de la cueva, ambos buscan encontrar la línea trazada, mantenerse, creer, sin embargo no son libres, en ellos no hay felicidad real, es sólo la fantasía en la que están predispuestos a entregarse. “Todos somos iguales” nadie ha creído realmente eso, a pesar de ello, “todos” nos entregamos a la fantasía, si por mi fuera mataría a “todos” incluyéndome en el “todo”. Aunque para matar, es necesario darle un significado a la muerte, ¿quién se lo va a dar? Estoy muy cansado para eso, “todos” lo estamos; en su lugar el valor está enfocado a la vida, “hagamos de nuestra existencia un bien común” todos merecemos la felicidad, todos tenemos derecho a la dignidad, todos valemos. El valor esta antes de llegar al límite, el perímetro lineal trazado por algo. ¿Dios?  Que importa ahora Dios, que importa si está muerto, si lo hemos matado, el hombre común siempre busca nuevas figuras que le digan quien es, en dónde está y hacia dónde debe ir; siempre se come un poco de todo para revolver el estómago. La digestión ha provocado un letargo que genera un sueño terrible. Estoy muy cansado quiero ir a dormir. Allí está el cristo, me mira, no soy tan raro, simplemente no puedo creer, el olor a incienso adormece los sentidos, las pinturas en el techo me hacen ver insignificante; la gente a mi alrededor esta igualmente cansada, se esfuerzan demasiado; un pordiosero a entrado, ha bebido del agua bendita y se ha ido. Allí está el crucificado, su cuerpo maltrecho, humillado, me mira y llora sangre, quiere conmover, la compasión es el último acto, el último recurso, no pasa nada conmigo. Quisiera creer en algo, tal vez así podría sentir.

VI

  El cuarto está oscuro, envuelto en la terrible incertidumbre de existir; mira el techo pero es ver sólo lo negro, la nada, la ausencia. Es como si el tiempo se hubiera detenido, el reloj marca las 2:46. Un cosquilleo en sus manos le perturba, la lengua se hincha y se expande dentro de la boca; el cosquilleo desaparece, ahora las manos se inflaman y los brazos se encojen. Los sonidos externos son muy lejanos, vivir en esa torre da la posibilidad de no permitir la entrada de ruido, sin embargo, hace falta el sonido, un poco de música estaría bien. Enciende un pequeño radio que se encuentra a un lado de la cama, su luz ilumina un poco el entorno provocando un efecto en las cosas inanimadas que viven junto a él. Las sombras se proyectan enormes, lo observan y le hablan. Una melodía se asoma, ¡Oh! que agradable, relaja esos trastornados sentidos. La música es suave, rítmica como el deslizamiento de la pincelada sobre el lienzo. Dirige el movimiento de la mano, danza con los colores y los matices, le da vida al espacio en blanco, movimientos que fluyen, sonidos que chorrean y bañan el papel de contrastes. La música aumenta su intensidad, el ritmo conduce el movimiento frenético, el goce, la pasión, la felicidad; los dedos estrujan los colores, se funden en ellos, ahora también son color, la mano acaricia el lienzo con el tono más peligroso y seductor, lo baña con su misterio. La melodía disminuye, el ritmo se va deteniendo, es hora de ir a dormir, la música también muere.



[1] Eduardo Ruiz Cuevas es Lic. en Filosofía por la UNAM; se ha especializado en la obra de Friedrich Wilhelm Nietzsche, así como de los existencialistas franceses, principalmente Albert Camus y Jean Paul Sartre. Es también un buen lector de la literatura Rusa.  Lo que lo ha llevado a cultivar el cuento, como el que ahora se publica en la Tinta negra.        

1 comentarios:

Cosmonauta dijo...

Hola ¿Dónde puedo localizar al autor de este texto? Me interesa comentarle unas cosas. Saludos.

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