La respuesta de Hegel al problema escéptico
Por: Norma Ortega
La única certidumbre es que nada hay cierto, y nada
es más mísero y soberbio que el hombre.
Plinio
La epistemología contemporánea intenta dar respuesta a tres problemas fundamentales: qué es el conocimiento, qué podemos responder al escéptico y, cuáles son las propiedades y formas de transmisión de la justificación de nuestro conocimiento. Este trabajo esboza una respuesta al escéptico desde la postura hegeliana.
Es cierto que se ha negado la posibilidad de que en el pensamiento hegeliano exista una epistemología como tal, debido a que ésta difiere fundamentalmente de los estándares que tradicionalmente se le adjudican a tal disciplina filosófica; sin embargo, a decir de Westphal, se ha observado que la epistemología hegeliana es un intento bastante sofisticado de concebir una teoría del conocimiento, al grado que ha suscitado un gran interés por los contemporáneos. Es por ello que, resulta importante abordar el problema escéptico desde una postura no necesariamente analítica y ésta es la que Hegel nos ofrece.
Es sabido que abordar el pensamiento hegeliano es complicado en tanto que éste se explica a través de todo su sistema, de modo que responder a un problema apoyándonos en él, se antoja complicado. No obstante, el mismo sistema nos dará luces para responder, quizá no exhaustivamente, la siguiente pregunta: ¿Cuál es la respuesta que Hegel da al escéptico?, para ello, en primer lugar expondré qué se entiende por escepticismo en general, concentrándome principalmente en la concepción que de éste tenía la filosofía clásica, pues la respuesta hegeliana centra su atención en ésta. En segundo lugar abordaré qué entiende Hegel por escepticismo, para lo cual se mostrará la división que nuestro filósofo hace de él, a saber, escepticismo antiguo y nuevo escepticismo. En tercer lugar, mostraré el problema de Hume como un ejemplo de lo que Hegel define como nuevo escepticismo, así como la crítica que a tal filósofo formula. Finalmente esbozaré cuál es la respuesta que Hegel da al escepticismo.
I
La palabra escepticismo proviene del griego sképtikós: ‘que observa sin afirmar’; esta palabra se deriva a su vez del verbo sképtomai: ‘yo miro, yo examino, yo considero’; el escéptico es el que examina sin afirmar. De conformidad con la orientación general del término, escepticismo es la doctrina que pone en duda la posibilidad de conocer, aunque originalmente se le concibió únicamente como la consecución de la felicidad como ataraxia, mediante un tipo especial de indagación.
La ataraxia o tranquilidad del espíritu se alcanzaba, según los escépticos griegos, mediante la negación de cualquier doctrina, fin último de la indagación, pues ésta pondría de manifiesto la inconsistencia de cualquier concepción que sobre el mundo se formulará, ya que cualquiera que se eligiera sería igualmente engañosa; es por ello que el resultado de tal indagación sería la abstención de aceptar ninguna doctrina como cierta. La indagación, en este sentido, sería el medio para lograr tal denegación y, con ella, la ataraxia.
El escepticismo griego se desarrolló en tres escuelas: La escuela pirrónica, la Académica y la orientación de Los escépticos posteriores.
La escuela pirrónica, considerada como la expresión más radical del escepticismo, debe su nombre a Pirrón de Elis, quien negaba la existencia de lo verdadero o falso, bueno o malo por naturaleza, pues según sus propias palabras nada hay realmente cierto, puesto que los hombres hacen todas las cosas por ley o por costumbre. Pirrón, en este sentido, planteaba una suspensión de todo juicio sobre la naturaleza de las cosas, debido a la imposibilidad de afirmar contundentemente la verdad o falsedad en ellas. Esta suspensión del juicio lo llevaría a afirmar que cualquier cosa es indiferente para el hombre, incluso los insumos de los sentidos (a los cuales no se debía tener confianza alguna), al grado que como cuenta Diógenes, iba sin mirar ni esquivar nada, chocaba con carros, precipicios o perros.
La escuela de Pirrón se agotó prontamente, sin embargo las preocupaciones escépticas fueron retomadas, con un giro distinto, por los filósofos de la Academia, quienes se inspiraron en la idea platónica sobre la imposibilidad de basar la ciencia en el mundo de lo sensible, respecto al cual sólo pueden obtenerse opiniones. Representante de esta nueva postura fue Carnéades, quien afirmó que ni los sentidos ni la razón pueden valer como criterios de verdad del conocimiento, aunque asumió que en la vida práctica y lo concerniente a la felicidad, era posible asumir un criterio de credibilidad y con él, de probabilidad.
A la muerte de Carnéades, los intereses escépticos de la Academia fueron abandonados, aunque retomados por otro grupo de filósofos, quienes retornaron a las preocupaciones pirrónicas, ellos son: Enesidemo, Agripa y Sexto Empírico. Enesidemo, por su parte, retomó la problemática sobre la naturaleza de los contrarios y la imposibilidad de determinar su verdad o falsedad; asimismo planteó diez tropos o modos para llegar a la suspensión del juicio derivada de la reflexión pirrónica. Agripa, de acuerdo con Sexto Empírico, planteó cinco tropos más, que servirían para combatir las opiniones de los dogmáticos. Finalmente, Sexto Empírico, además de estudiar, recopilar y distinguir las posturas escépticas anteriores a él, defendió que en la vida práctica un escéptico debía seguir las apariencias de los fenómenos y ofreció para ello cuatro guías fundamentales que consistían en vivir de acuerdo con lo dado por los sentidos, por las leyes, las costumbres y las artes.
II
El escepticismo, concebido en un primer momento como una parálisis general, una incapacidad para la verdad, que sólo permite al hombre llegar a la certeza, pero no de lo general, sino de lo individual, es estudiado por Hegel en sus Lecciones sobre la Historia de la Filosofía; en ellas expone qué puede entenderse por escepticismo y cuál es su división.
A grandes rasgos, el filósofo alemán sostiene que el escepticismo consiste en desaparecer lo determinado en la cosa, lo cual lleva al hombre a un estado de inquietud, angustia y temor. Su división está dada por: escepticismo antiguo (en donde señala, la naturaleza, fin y principio de éste) y el nuevo escepticismo. Veamos en qué consiste cada uno de estos puntos.
<!--[if !supportLists]-->i. <!--[endif]-->Caracterización e importancia de abordar el problema escéptico
Al comenzar su sección sobre escepticismo, Hegel señala que éste “corona la noción de subjetivad de todo saber, al sustituir en términos generales el ser del saber por la noción de apariencia”, lo cual hace referencia a que la doctrina aquí estudiada se nos muestra como la negación de lo objetivo en los asuntos concernientes al conocimiento, de modo que el sujeto que pretende conocer no podrá hacer formulaciones del tipo: “Sé que p es q”, sino “Sé que p parece q”, es decir, en lugar de reconocer una característica inherente a la cosa, sólo se reconoce una característica aparente, que aparece ante nosotros, aunque no necesariamente le pertenezca. El escepticismo representa así, la imposibilidad de conocer el ser de la cosa.
Es por esta razón que nuestro filósofo reconoce en él un temible adversario de la filosofía, debido a que parece invencible, porque consiste en eliminar lo determinado, demostrando que, de hecho, no hay nada fijo en lo que intentamos conocer. Así, el escepticismo se nos muestra como la disolución de lo determinado, demostrando su nulidad, lo cual representa un doble problema, pues si únicamente podemos conocer lo que parece, entonces qué podríamos entender por conocimiento y, optar por tal actitud, conducirá al hombre a un estado de angustia y temor.
Es así que, ante la imponencia del escepticismo, el hombre debe inclinarse ya sea por él, por una filosofía dogmática o por una filosofía positiva, lo cual implicaría que, se debe aceptar la imposibilidad del conocimiento (de lo que es y aceptar únicamente lo que parece); o bien, se debe dar la espalda al problema escéptico por no poder hacerle frente para refutarlo (con lo cual no se le puede considerar como derrotado, sino sólo ignorado, en este sentido existente y absolutamente imponente) o finalmente, se debe permitir que el escepticismo subsista al lado de la filosofía. El escepticismo es desde la postura hegeliana (la filosofía positiva), un problema relevante, pues por un lado se nos muestra invencible e irrefutable; por otro, porque intenta levantarse contra la filosofía (contra el hombre y el conocimiento de lo que es) y se esfuerza por superarla.
<!--[if !supportLists]-->ii. <!--[endif]-->División del escepticismo
Pueden considerarse dos posturas sobre el escepticismo: el antiguo y el nuevo. La diferencia que hay entre estos dos es que el primero cuestiona el ser sensible y el último lo deja intacto, dudando por ello, de los hechos de la conciencia.
El escepticismo antiguo no puede considerarse simplemente como una teoría de la duda, ya que la duda es una incerteza, la irresolución, pues dudar, dubitare viene de duos, dos: es un ir y venir entre dos cosas o varias, ninguna de las cuales acaba por satisfacernos, aunque necesariamente tenemos que decidirnos por la una o por la otra, de modo que, si aceptáramos que escepticismo es sólo dudar, caeríamos en un error, debido a que éste es la negación de cualquier doctrina y dudar implica aceptar, de un conjunto de posturas, una como válida. Además, como Hegel señala, la duda engendra desazón, un desgarramiento del espíritu, hace al hombre desgraciado, contrario a lo que busca el escéptico, la ataraxia. El escepticismo antiguo no duda, está cierto de la inexistencia de la verdad.
Tal inexistencia, hace que el hombre mantenga un ánimo de indiferencia ante las diversas posturas que sobre la verdad puedan formularse, lo cual tiene como resultado la quietud y firmeza del espíritu, es decir, su inconmovilidad.
Ahora bien, la postura escéptica parte del hecho de que todo es mudable y por ello mismo, de que nada existe en sí, debido a que ahora las cosas son de un modo y mañana lo serán de otro, pues nada permanece. Tales ideas refieren una incerteza de lo sensible, de aquello que se presenta inmediato a la conciencia; esta observación es pertinente en la medida en que, el escepticismo antiguo niega la necesidad en lo percibido por nuestros sentidos y de ahí la negación de su verdad; es por esta razón que Hegel afirma que “esta negatividad de todas las determinaciones es, al mismo tiempo, lo que constituye la característica del escepticismo”, en efecto, la negación de lo fijo, estable e inmutable en lo sensible caracteriza la postura que aquí se estudia.
No obstante, el filósofo alemán hace una aclaración pertinente a este respecto, a saber:
Por escepticismo hay que entender una conciencia formada, que no considera como verdad no ya simplemente el ser sensible, sino tampoco el ser pensado; que además razona constantemente la nulidad de este algo como esencia, y que finalmente no sólo reduce a la nada, de un modo general, esto y aquello sensible o pensado, sino que conoce y postula la falta de verdad en todo.
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De acuerdo con lo anterior, podemos afirmar, que ni el antiguo ni el nuevo escepticismo pueden considerarse, desde la postura hegeliana, como un escepticismo real, ya que éste debe ser el resultado de una conciencia formada, es decir, de una conciencia en formación, en incesante proceso y no como un punto de partida o llegada de la reflexión, sino como un momento de la misma, en la cual, se reconoce la falta de verdad en todo: en el ser sensible y en el ser pensado. Ahondaré más sobre esta aclaración, en otra sección.
Para terminar con la caracterización del escepticismo antiguo es preciso señalar su naturaleza, su principio y su fin.
La naturaleza de este tipo de escepticismo consiste en creer que cuando desaparece lo objetivo el espíritu logra por sí mismo un estado de seguridad de ánimo y de inmutabilidad de sí mismo, pues al no aceptar la verdad de lo sensible debido a su mutabilidad, el hombre debe encontrar la inmutabilidad de sí mismo. He aquí una contraposición importante: el sujeto reconoce su inmutabilidad frente a la mutabilidad del objeto, de modo que la conciencia escéptica no será más que esta emancipación subjetiva de toda la verdad de este ser objetivo, es decir, el sujeto no reconocerá verdad más que en sí mismo.
Por otro lado, el fin del escepticismo consistirá en acabar con ese servicio inconsciente a lo sensible y retornar a la sencillez de la conciencia y el pensamiento, lo cual dará al hombre la esperanza de imperturbabilidad, pues la indecisión y no aceptación ni de lo verdadero ni de lo falso en las cosas, lo hará inconmovible, pues “la imperturbabilidad del hombre se diferencia de la del cerdo en que debe adquirirse por la vía de la razón.”
Por último, el principio o fundamento del escepticismo consiste en poner de relieve que algo tiene tanto valor y tanta validez como lo opuesto a ello, siendo, por tanto, indiferente para la convicción y la no convicción, dicho de otra forma, el principio sobre el cual se funda el escepticismo es la contraposición de objetos diferentes, en tanto que diferentes y por ello incompatibles, su igual valoración e importancia, de donde viene una total indiferencia por el uno o por el otro.
Por otra parte, el nuevo escepticismo, como dijimos líneas arriba, “se dirige contra el pensamiento”, es decir, no dirige la negación a lo percibido por los sentidos, al contrario, permite que su realidad subsista intacta e indubitada. El nuevo escepticismo deja intactos los insumos de los sentidos y afirma que partiendo de ellos no es posible deducir nada del pensamiento.
A esto Hegel dirige una fuerte crítica, pues menciona que tal posición no es ni siquiera una filosofía de campesinos, ya que éstos saben que las cosas terrenales son perecederas y que su ser, por tanto, vale tanto como su no ser, de modo que, a partir de lo mudable de las cosas no se puede llegar a nada definitivo sobre ellas. El nuevo escepticismo, en este sentido, deja inconmovible al objeto y al sujeto lo torna movible, es por ello que se afirma que este escepticismo se muestra como “un mantenerse en lo individual”, pues lo variante es el sujeto y por ello asume que la verdad es solamente la convicción de los otros, aunque también la propia convicción, acaso la creencia.
A fin de entender y evaluar la crítica que nuestro filósofo dirige al nuevo escepticismo, es preciso ofrecer un ejemplo de lo que, desde su postura, podría caracterizarse como nuevo escepticismo: el escepticismo humeano.
III
Hume, como filósofo empirista, asume que todo nuestro conocimiento se basa y justifica en la experiencia, en los datos de los sentidos; Hume afirmará entonces que la experiencia sensible (y su naturaleza movible) es la causa y fundamento de todo nuestro conocimiento.
De modo que, todas nuestras percepciones son de dos clases: impresiones e ideas. Las impresiones son, por decirlo de algún modo, más fuertes, y se reciben directamente por los sentidos, mientras que las ideas son débiles por ser una copia borrosa de las impresiones. En este sentido, toda idea debe provenir de una impresión y las que no provengan directamente de ellas se explicaran mediante la asociación de ideas que sí lo hagan, asociándolas mediante la semejanza, la contigüidad y la causalidad.
La idea de causalidad, por su parte, representa un grave problema al interior de lo plateado por Hume, ya que si se asume que ésta se compone de cuatro ideas simples: conjunción constante, contigüidad, prioridad temporal de la causa sobre el efecto y conexión necesaria, encontraremos que con las tres primeras no hay problema, pues tenemos un correlato empírico de ellas; pero sí habrá problema al analizar la conexión necesaria porque de ella no tenemos ningún dato de los sentidos que le corresponda, ya que la experiencia sólo nos otorga conjunciones constantes, de modo que entre más conjunciones se hagan, las generalizaciones formuladas a partir de los datos sensoriales serán más probables, sin que por ello se reconozca una conexión necesaria entre los objetos percibidos. Por lo tanto, dado que no hay una impresión sensible para la idea de conexión necesaria, es preciso reconocer que, al parecer, hay al menos una idea que no proviene de la experiencia.
Ahora, si toda inferencia causal implica el Principio de Causalidad (que sostiene que todo efecto tiene una causa) y no es posible afirmar mediante un argumento demostrativo o mediante uno probable que éste sea verdadero, entonces las inferencias causales no están justificadas ni empírica, ni racionalmente.
El Principio de Causalidad, asimismo, se relaciona con la posibilidad de formular inferencias inductivas que, a su vez, suponen el Principio de Uniformidad de la Naturaleza, según el cual no es posible afirmar que en todas las regiones del tiempo y del espacio, el futuro será igual que el pasado, pero que, al igual que el primero, se encuentra injustificado, tanto empírica como racionalmente, pues no hay nada que demuestre que el mundo seguirá un curso uniforme. Luego, ninguna de nuestras inferencias inductivas estará justificada, por lo tanto, el conocimiento basado en la experiencia carecerá de justificación.
El problema al que Hume se enfrenta, lo llevará a plantear que “todas las inferencias realizadas a partir de la experiencia, por tanto, son efectos de la costumbre y no del razonamiento”, es decir, partiendo de lo dado en la experiencia, concebida como germen y sustento del conocimiento, no podemos afirmar necesidad en el mismo, pues éste será producto de la creencia y la costumbre.
Lo anterior sugiere que la dificultad del problema que pretende resolver el filósofo escocés se deriva de asumir un carácter intacto e indubitado en los objetos sensibles, de modo que partiendo de ellos el pensamiento no puede deducir nada certero. Es por ello que la solución que Hume nos ofrece es la filosofía escéptica, concebida como una clase de filosofía exenta del peligro de caer en el egoísmo y la vanidad de quienes buscan una apariencia de razón para permitirse licencias incontroladas y totales; esta filosofía se opone a los vuelos de la razón y reconoce la incapacidad humana para justificar racionalmente nuestro conocimiento.
Es por esta razón que Hume asume que lo único que tenemos por cierto son los datos de los sentidos y su conjunción constante (aunque no necesaria), de modo que las generalizaciones que hagamos a partir de ellos serán creíbles en tanto que sean más probables.
Hume, nos ofrece un claro ejemplo de lo que simboliza el nuevo escepticismo, debido a que, éste critica los alcances de la razón en pos de la certeza que nos ofrece lo sensible; he aquí la importancia de la crítica que Hegel dirige a esta postura, pues sabiendo que en las cosas perecederas su ser vale tanto como su no ser, es imposible llegar a nada definitivo sobre ellas.
Por otro lado, reconociendo lo valioso de la postura de Hume, podemos decir que éste se nos muestra como un filósofo que reconoce no sólo lo perecedero en lo sensible, sino también en el hombre, cuando afirma: “Sé filósofo, pero en medio de toda tu filosofía continúa siendo hombre”, lo cual implica que los juicios que el hombre haga, serán perecederos como él y como él, no necesarios.
Finalmente, la respuesta escéptica que Hume ofrece al problema planteado, supone una epistemología naturalizada, en la que los principios con los que nos acercamos el mundo son de carácter natural, no racional, pues no son argumentables, ni racionales, ya que éstos conforman el entendimiento humano. Ahora, explicaré en qué consiste la solución al problema escéptico que Hegel nos ofrece.
IV
Se ha dicho ya que, desde la postura hegeliana, el escepticismo es un problema relevante, debido a que por un lado se nos muestra como invencible e irrefutable y, por otro lado porque intenta levantarse contra la filosofía y se esfuerza por superarla. He mencionado también que ante este problema Hegel plantea tres posibles soluciones a través de las filosofías: 1. Escéptica, que acepta la imposibilidad del conocimiento de lo que es; 2. Dogmática, que da la espalda al problema por no poder hacerle frente para refutarlo, lo cual implica que tal dificultad no queda resuelta, sino sólo ignorada, por ello, existente y absolutamente imponente, y 3. Positiva, que permite que el escepticismo subsista al lado de la filosofía. La respuesta hegeliana al problema escéptico está dada por esta última clase de filosofía.
De acuerdo con Hegel, la filosofía positiva puede tener conciencia de que lleva dentro de sí misma la negación del escepticismo, de modo que éste no se contrapone a ella, sino que simplemente es un momento suyo, es decir, lo que el alemán propone es que la filosofía positiva no da la espalda al escepticismo, aunque tampoco lo acepta como la única filosofía posible, sino como un momento del desarrollo de la misma, es por ello que la negación escéptica es un momento necesario del filosofar, pero no como principio ni como resultado del pensamiento, sino como parte del desarrollo que éste implica. Es por ello que:
La relación entre el escepticismo y la filosofía consiste en que aquél es la dialéctica de todo lo determinado. Todas las representaciones de la verdad se hallan expuestas a que se demuestre su carácter finito, puesto que todas ellas encierran una negación y, por tanto, una contradicción. […] Así pues, el escepticismo va dirigido contra el entendimiento, en el que las diferencias determinadas prevalecen como las últimas, como algo que es.
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Se observa por tanto que lejos de haber una discordancia entre escepticismo y filosofía, Hegel propone una relación entre ellos, pues aquél supone la negación de lo que pretendamos determinar, de tal suerte que, una vez que hayamos determinado algo como verdadero, el escepticismo mostrará en que medida tal verdad tiene, en realidad, un carácter finito. De esta manera el escepticismo entra en acción, cuando se asume que las representaciones y diferencias de lo que consideremos como verdadero prevalecen como las últimas, es decir, como lo último que es. Es por esta razón que el escepticismo es la dialéctica (como movimiento negativo, aunque positivo en tanto que formante) de todo lo determinado, de lo que es.

En este sentido, podemos comprender por qué Hegel afirma que el escepticismo es un momento de la conciencia en formación, capaz de negar tanto al ser sensible como al ser pensado, es decir, que niega lo determinado tanto en el pensamiento como en la sensación y por ello postula la falta de verdad en todo, pero sólo como un momento del desarrollo del sujeto.
Abonando a lo anterior, en su Fenomenología del espíritu, Hegel menciona que el papel del escepticismo dentro de la filosofía consiste en poner de manifiesto la relación existente entre la certeza de lo sensible, la percepción que tengamos de ello y la manera en cómo lo percibe nuestro entendimiento, con lo cual se muestra que las relaciones que aquí se establezcan son inesenciales por estar determinadas por el entendimiento, cuya función es concebir únicamente de forma analítica:
El escepticismo pone de manifiesto el movimiento dialéctico que son la certeza sensible, la percepción y el entendimiento; y pone de manifiesto, asimismo, la inesencialidad de lo que […] vale como algo determinado para el pensamiento abstracto mismo […], aunque se trate de puras abstracciones
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En conclusión, podemos observar que el escepticismo al que Hegel da respuesta, es al que duda de lo sensible (al escepticismo antiguo), pues muestra que, el entendimiento captará en él lo contradictorio y la validez tanto de su ser como de su no ser, aunque no hay que olvidar que la percepción de lo negativo en lo sensible es el resultado de lo que el entendimiento concibe en él, dada su naturaleza analítica que, por supuesto, no es la última forma del pensamiento, sino un momento de él.
Conclusiones
A pesar de que se ha negado la posibilidad de una epistemología hegeliana, al interior del pensamiento de Hegel, podemos encontrar respuestas a las tres tareas de las que se encarga la epistemología contemporánea.
La respuesta al escéptico que Hegel nos ofrece parte del supuesto de que el escepticismo es la negatividad de todas las determinaciones, ya sea de los objetos sensibles o de los objetos de la razón. Según se ha dicho, el escepticismo que se refiere a la negación de las determinaciones de los objetos sensibles es al que el alemán da respuesta.
El escepticismo es abordado, en relación con la filosofía, es decir, pese a que en un primer momento se le considera como su más temible adversario, Hegel reconoce que éste juega un papel importante para el desarrollo del pensamiento, pues el escepticismo supone la negación de lo que el pensamiento, en un momento dado, determinó, de tal suerte que mostrará en qué medida tiene un carácter finito. La negación del escepticismo, por lo tanto, es insertada en el sistema hegeliano, como un momento positivo del desarrollo del pensamiento filosófico, pues él posibilita el momento dialéctico entre la certeza sensible, la percepción y el entendimiento.
Bibliografía
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